El 8 de julio de 1992 yo cumplía 12 años. Era una preadolescente donostiarra que iba al colegio, tenía un buen grupo de amistades y pasaba parte de los veranos en el pueblo materno, en Coín, Málaga. Ese mismo día, en la Gran Dolina, uno de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca (Burgos), la arqueóloga Aurora Martín Nájera encontraba un molar de un individuo de hominino muy especial: el Homo antecessor.

Este antepasado nuestro vivió hace unos 900.000 años y en Atapuerca se han encontrado desde ese día más de 80 piezas que prueban su existencia y nos dan una información valiosísima sobre sus hábitos, fisionomía u organización social. Por cierto, «El Chico de la Gran Dolina», como se bautizó al fósil H3 encontrado en el yacimiento, pasó recientemente a ser «La Chica de la Gran Dolina«, pues se pensó desde un primer momento que se trataba de un varón (por defecto) y se ha descubierto que era una niña de 9 a 11 años. Esa chica murió casi a la misma edad que yo tenía cuando se encontró parte de su cráneo en el estrato TD6 de la Gran Dolina. What are the odds?

La Chica de la Gran Dolina
La Chica de la Gran Dolina por Tom Björklund (Fuente: Fundación Atapuerca)

Historias tan apasionantes como esta no podían quedarse en las revistas científicas (Nature, Science), que, por mucho prestigio que tengan, solo son leídas por personas expertas. La sociedad burgalesa, la española o las personas ajenas a la ciencia de cualquier lugar del mundo tenían que conocer este hito (y otros que estaban por venir) y así lo entendió desde un inicio la Fundación Atapuerca. Esta fundación sin ánimo de lucro lleva apoyando al Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) desde el año 1999 y uno de sus objetivos principales es difundir los hallazgos que se realizan en los yacimientos y fomentar la educación científica de la ciudadanía en materia de evolución humana. Y lo hace muy bien.

El pasado puente de Todos los Santos viajé a Burgos con una de mis mejores amigas y una de las visitas estrella eran los yacimientos de Atapuerca. Debo confesar que ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida y, dejando de lado la impresión que se siente indiscutiblemente al pisar un lugar con tantísima historia, lo grato y sobrecogedor de la experiencia se debe en gran medida al enorme trabajo divulgativo de Álvaro, el arqueólogo que nos hizo de guía tanto en los yacimientos como en el Centro de Arqueología Experimental (CAREX). Una joya de comunicador científico que nos resumió millón y pico de años en unas horas y nos invitó a reflexionar y adentrarnos en una historia más que apasionante.

Nos habló de los neandertales, que no son tan primitivos como se pensaba, de Lucy, la Australopithecus afarensis hallada por Donald Johanson en Etiopía, de la Chica de la Gran Dolina, que probablemente murió tras una pelea por el territorio (y que presenta signos de canibalismo), o de Miguelón, el Homo heiderbergensis nombrado así como homenaje a Miguel Induráin, cuyo cráneo, el número 5, se encontró en la Sima de los Huesos en 1992. Nos explicó cómo vivían estas especies, cómo se alimentaban, cuándo vivieron o cómo era el ecosistema en aquellos tiempos. Ya en el CAREX, Álvaro hizo un repaso de los diversos modos técnicos de las herramientas que utilizaban nuestros antepasados y realizó varias demostraciones, nos habló de arte prehistórico, de la caza y nos enseñó a hacer fuego por fricción con madera y yesca y por percusión con sílex y pirita. Ni el viento ni la lluvia pudieron con una visita inolvidable.

Ya por la tarde visitamos el Museo de la Evolución Humana (MEH) en Burgos, otro gran centro de cultura científica que apuesta por una divulgación moderna, participativa e interactiva. Es un museo bastante grande que cuenta con visitas guiadas. Nosotras lo vimos por nuestra cuenta, porque al haber estado por la mañana en Atapuerca el museo era básicamente una ampliación de lo que nos habían explicado y no nos hizo falta la guía. Pudimos ver una exposición de ilustraciones de Santiago Ramón y Cajal, el cráneo número 5 y la pelvis «Elvis», varios fósiles de la Chica de la Gran Dolina, una muestra de cómo surgió la agricultura y cómo vivían las sociedades neolíticas en Atapuerca, diversos tipos de herramientas de piedra, etc. En la Galería de las Estatuas me encontré con un risueño Miguelón.

Probablemente el domingo pasado aprendí más sobre evolución humana que en toda mi vida. La ciencia, si se cuenta bien, bien entra. ¡Gracias, Fundación Atapuerca y MEH, por fomentar la cultura científica y emocionarnos con buenas historias!

2 respuestas a “Atapuerca: un referente de la difusión del conocimiento científico”

  1. […] que pude visitar los yacimientos de Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana (ya os lo conté aquí), también conocí la historia de las fosas de la Guerra Civil del monte de La Pedraja gracias a un […]

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  2. […] Cuando estuve en Atapuerca con mi amiga Nerea, nuestro guía nos contó que los Homo antecessor que habitaron la sierra hace cientos de miles de años se comían a sus semejantes. Lo hacían por pura supervivencia: les costaba menos procesar un cuerpo humano que cazar y procesar el cuerpo de un animal, el cadáver humano proporcionaba más carne y, además, era mucho más frecuente que en aquellos parajes se toparan con un semejante que con un animal. Tal y como lo veo yo, la vida del Homo antecessor en Atapuerca no dista tanto de lo que tuvieron que afrontar los supervivientes del accidente aéreo de los Andes: frío, falta de comida y cadáveres humanos a su disposición. […]

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