Hace un par de años hice mi primer y único viaje a Asia, concretamente a Vietnam y a Camboya. Aunque en el país de los jemeres me sentí mucho más a gusto por cuestiones meramente subjetivas, hubo tramos del periplo por Vietnam que también me cautivaron. Y adivinad qué: las plantas jugaban un papel fundamental en la historia.

Lo que me más me impresionó del país de Ho Chi Minh fue la región norteña de Sapa, una zona de la provincia de Lào Cai rodeada de majestuosas montañas nubladas y que gozaba de un clima mucho más suave que el de la capital, donde hacía un sofocante calor tropical. A pesar de las crecientes infraestructuras turísticas Sapa era una región salvaje rodeada de naturaleza si la comparábamos con las ciudades del país, que tenían una superpoblación insufrible y estaban atestadas de motocicletas.

Al poco tiempo de llegar me percaté de que las culturas tribales de Sapa tenían como soporte fundamental dos especies de plantas. La primera era el arroz. Por fin pude ver con mis propios ojos los esplendorosos arrozales escalonados de Asia que tantas veces había admirado en los libros. Por fin caminé entre ellos y observé a los bueyes de agua y a los viejos agricultores sembrando el cereal con el agua hasta las rodillas.

Rice fields near Sapa, Viêt Nam
Los preciosos arrozales de Sapa (Fuente: Wikimedia Commons)

Pero lo que yo no sabía hasta llegar a esas cordilleras es que uno de los tintes más utilizados por la humanidad procedía de una planta que también se cultivaba en esa región: Indigofera tinctoria, también conocida como índigo.

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Indigofera tinctoria, una maravilla de la naturaleza (Fuente: Wikimedia)

Se dice que la planta del índigo proviene de la India, como bien sugiere su etimología, pero los botánicos no tienen aún muy claro su origen y probablemente el nombre se deba a que durante siglos el país asiático fue el principal suministrador de índigo a Europa. Ningún otro tinte natural resistía tanto los lavados y conseguía esas coloraciones tan vivas. En el viejo continente se consideraba un producto de lujo ya que el fino polvo debía recorrer miles de kilómetros desde Asia hasta tierras occidentales y se le llegó a denominar oro azul. Pero en el resto de los continentes también era un colorante muy cotizado. Ya 1500 años a. C. los egipcios lo empleaban para teñir las momias. Asimismo, el barco de los faraones se distinguía por su vela teñida de púrpura intenso para que así el resto de la flota del imperio lo tuviera localizado y le permitiera el paso en todo momento. También se tiene noticias de su uso en la América precolombina y es muy común verlo en los atuendos de ciertas tribus africanas.

Las legumbres y su amistad con las bacterias

Indigofera tinctoria es una leguminosa, es decir, está incluida en la misma familia que las lentejas, las judías o los cacahuetes. Es un arbustillo de hojas compuestas que recuerdan a la falsa acacia y tiene flores rosadas con motas moradas. Como el resto de leguminosas es una planta que enriquece el suelo donde se cultiva y esto es debido a una amistad muy especial que se forja bajo tierra. Las raíces de este tipo de plantas hacen simbiosis con unas bacterias que fijan el nitrógeno del aire (N2). Gracias a la enzima nitrogenasa de las bacterias, esta forma de nitrógeno, que para las plantas es inutilizable, se transforma en amoniaco (NH3) que pasa rápidamente a NH4+ y ya entonces puede formar parte de los aminoácidos vegetales. De ahí que se diga que las legumbres contienen mucha proteína. Las leguminosas son plantas que obtienen su propio abono natural gracias a una asociación con un microorganismo, fertilizan los suelos y nos proporcionan alimentos ricos en nutrientes ¿Alguien da más?

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Estos son nódulos en la raíz de la leguminosa Medicago italica. Dentro de esos nódulos hay miles de bacterias fijadoras de nitrógeno atmosférico. Nos podemos encontrar lo mismo en las raíces de las lentejas, los guisantes, la soja o las judías  (Fuente: Wikimedia)

La obtención del preciado índigo

El tinte azul de Indigofera procede de la maceración de las hojas, que se fermentan para que un glucósido que posee la planta, el indicán, se convierta en el compuesto con color, la indigotina. Una vez se obtiene el preciado líquido azul se mezcla con una base fuerte (sosa), se seca y se hace polvo. En ese punto se pueden añadir sustancias para variar la coloración de tinte.

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Pasta de Indigofera en proceso de maceración (Fuente: Flickr)

Por el pueblo de Sapa era muy frecuente ver bidones llenos de hojas macerándose y lienzos de algodón teñidos secándose al sol. Los campos de Indigofera eran abundantes. Era curioso ver todo el proceso, desde los cultivos de la leguminosa hasta los vistosos trajes de las mujeres Hmong, que lo mismo te hacían de guías por los arrozales que te vendían artesanía realizada por ellas mismas. Hablaban inglés mejor que la mayoría de los españoles y si les apurabas soltaban hasta alguna palabreja en euskara. Mujeres impresionantes estas vietnamitas de las montañas.

El proceso industrial que cambió las reglas

En el siglo XIX el desarrollo de la industria química propició la obtención del índigo artificial. Fue gracias al químico alemán Adolf von Baeyer, que estudiando la química orgánica de los colorantes descubrió la manera de sintetizar indigotina sin necesidad de la planta. Fue una auténtica revolución pues el negocio del índigo natural movía cantidades ingentes de dinero y esclavos, y dicho descubrimiento supuso un cambio de las reglas del juego. Por su hallazgo, von Baeyer se llevó un premio Nobel en 1905.

No sin mis tejanos

La industria textil, especialmente la de los tejanos, tiene mucho que agradecer también al colorante índigo. Se sabe que los genoveses teñían la tela de los pantalones vaqueros con índigo procedente de la India mucho antes de que Levi Strauss popularizara dicha prenda entre la clase obrera estadounidense. A comienzos del S. XX, con el aumento de la demanda de tinte para vaqueros, el índigo natural se sustituyó por el industrial. Hoy día se producen alrededor de 20 mil toneladas de colorante al año para satisfacer el ansia consumista de nuestra sociedad. Será por vaqueros…

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Si no sabes que los 501 vuelven a ser lo más es que tu modernez está a niveles demasiado imperceptibles (Fuente: Flickr)

Probablemente las mujeres Hmong de Sapa no conozcan a von Baeyer ni a Levi Strauss. Tampoco sabrán que los Levi’s 501, que en su día se teñían con Indigofera tinctoria siguiendo el mismo proceso que siguen ellas con sus telas, son ahora la prenda más cotizada entre los jóvenes de este planeta. Es curiosa la huella que deja una simple planta en la historia.

 

*Foto de portada: Wikipedia.

4 respuestas a “El oro azul”

  1. Hi there!
    Cada vez que he apartado un momento para leer alguno de tus posts, debo decir, me he encontrado con una historia interesante, y este caso no ha sido menos.
    Keep it up!
    P.D. Canción de melancólicos toques, la de la Srta. Lana…

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    1. ¡Ese K! I hope to keep it up, ya me irás diciendo 😀

      Me gusta

  2. […] ocuparse de esta tarea, de la elaboración de las telas y de su tinción. El azul índigo, del que hablé en un artículo anterior, también se utiliza para teñir estas telas. Dicen los locales que si te […]

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  3. […] En mi nueva entrada para “Etnobotánica Hipster”: El oro azul. […]

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