Yo no quiero montarme en un anacronópete o en una máquina del tiempo e irme a vivir al pasado. En el pasado se vivía peor. Pongamos el caso de la Prehistoria. En el Paleolítico me habría muerto a los 4 años de diarrea por culpa de una bacteria intestinal o de sepsis por un corte que me habría hecho en el brazo haciendo el cafre, que es lo que sueles hacer la mayor parte del tiempo cuando tienes 4 años.

Póster de la película de George Pal que adapta la novela de H. G. Wells «La máquina del tiempo» (Fuente)

En la Edad Antigua, en Grecia, Roma, Mesopotamia o Egipto, seguro que habría sido esclava y me habrían violado más de una vez. Bueno, ambas cosas pueden pasar hoy también en el Congo, en cualquier prostíbulo o durante un mundial de fútbol. Pero a lo que vamos. En la Persia del siglo II a.C., por poner sitio y fecha, habría fallecido desangrada al dar a luz siendo adolescente. Pues no me apetece. En la Edad Media, por culpa de mi miopía, una tarde al volver a casa me habría perdido en el bosque y a saber cómo hubiera acabado. En el pasado tampoco podría haber ido a la universidad. Por otra parte, bastante suerte tuve de poder hacerlo en los 2000 siendo de familia obrera.

Pensaréis que, como me gusta tanto la ciencia, si viajo al Paris del siglo XIX podría conocer a Marie Curie y ver cómo trabaja en su cobertizo. No negaré que me tienta la idea, pero, ¿cómo le explico que no puede ir todo el día con radio y polonio en los bolsillos porque la radiación daña el ADN y produce cáncer? Me hubiera mandado a la mierda, así os lo digo. Si hasta escribió en sus memorias «Los tubos brillantes parecían como luces débiles, de hadas«. La mujer estaba fascinada con sus elementos radiactivos.

Viendo esa cara de mala leche no me atrevería a decirle a la Mari que sus tubos con elementos radiactivos son cancerígenos, qué queréis que os diga (Fuente)

Tampoco quiero vivir en el futuro. Básicamente porque el futuro ya está aquí y es casi peor de lo que imaginábamos. Lo que Cuarón describía en Hijos de los hombres ya está ocurriendo en Argentina o Reino Unido. Dentro de muy poquito, unos añitos de nada, viviremos en «Mad Max«, «Waterworld» o «Blade Runner 2049«.

Si no habéis visto «Hijos de los hombres», ya estáis tardando (Fuente)

El IPCC, ese órgano científico que estudia y nos explica la crisis climática a través de unos meticulosos informes, nos cuenta que para 2060, en el peor de los escenarios, los días de más de 40 grados se multiplicarán por OCHO en el Mediterráneo. Qué a gustico se va a estar en Barcelona en agosto. Las predicciones más optimistas, esto es, si la peña se pone las pilas con la bajada de las emisiones de CO2, auguran que la temperatura global aumentará de media 1,5 o 2ºC en vez de 4ºC. Tampoco es que sea muy halagüeño.

Rueda de prensa para presentar el resumen del informe del IPCC «Cambio Climático 2022: Mitigación del Cambio Climático»(Fuente)

Si os interesa saber más porque sois masocas como la menda, os recomiendo que consultéis su atlas de futuros posibles, el IPCC WGI Interactive Atlas, en el que se puede ver qué ocurriría según lo que decidan hacer los gobiernos para salvar el planeta. La verdad es que viendo dónde se ha celebrado la última COP, dónde se va a celebrar la siguiente, que las petroleras siguen negando el efecto sobre el clima de la quema de combustibles fósiles, y que tú sigues cogiendo el coche hasta para ir a comprar el pan, yo apuesto a que la subida será de 4ºC. Si escucháis el discurso que dio Sultan Al Jaber días antes de la cumbre, os entrarán ganas de arrancaros las pestañas.

Ahora que lo pienso mejor, sí que me hubiera gustado viajar al pasado. Concretamente a principios del siglo XX. Habría ido a la localidad austriaca de Linz, habría buscado a un chavalín al que su familia llamaba cariñosamente Adi y en un descuido le habría ahogado en el Danubio. Quizás así el holocausto judío nunca hubiera sucedido. Quizás así el gobierno israelí, con la vergonzosa connivencia de la comunidad internacional, no estaría perpetrando un genocidio ante nuestros ojos en este mismo instante.

Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #121).

*Fuente de la foto de portada

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