Las arañas me dan bastante mal rollo. Sé que son animales muy importantes para los ecosistemas, pero no puedo evitar dar un respingo cada vez que veo una cerca, especialmente si mide más un centímetro y tiene el abdomen gordico. Puaj, qué grima. O si tiene las patas largas. O si está recubierta de pelo. O si es de colores llamativos. Vamos, que no voy a Australia ni de globo.

Admito que en la uni me gustó Zoología de Invertebrados. Si nos ponemos científicas, las arañas pertenecen a la familia Arachnidae (los arácnidos) y tienen diferentes primos, como los escorpiones, las garrapatas, los ácaros o los opiliones. Pero lo que las distingue del resto de arácnidos son unas glándulas que producen un material muy especial: la seda.

Si esta imagen no te provoca un miedo y un asco infernales no me vuelvas a dirigir la palabra en la vida (Fuente)
Me encuentro con esto por el campo y me da algo (Fuente)

La composición química de la seda de araña varía de una especie a otra y dentro de un mismo ejemplar, pues una araña produce diversos tipos de seda según lo que le convenga en cada momento. La seda está compuesta por proteínas llamadas espidroínas. Como ya sabréis, las arañas utilizan este material para formar sus telas, que les sirven para cazar a sus presas, transportarse o construir su nido. Mercado, bici y casa, tres en uno. Que Spiderman pueda colgarse de edificios con su seda y que ésta le aguante el peso no es tan ciencia ficción como parece. La seda de araña tiene una resistencia descomunal. Ahí donde la veis, fina y de aspecto frágil, es todo lo contrario: un filamento de tela de araña es más resistente que un hilo de acero del mismo grosor. Además, es tremendamente elástica. Estas propiedades tan peculiares han llamado la atención de los científicos de materiales, que llevan años intentando obtener un tejido similar en el laboratorio. ¿Para qué? Pues para fabricar hilo de sutura, sustituir tejidos sintéticos como el nylon por otros biodegradables, hacer chalecos antibalas o utilizarlo en ingeniería biomédica. Poca broma.

En el siguiente párrafo descubriréis qué hace este científico de la NASA dándole de comer a una araña (Fuente)

Estos animalicos han viajado por el cosmos, como hizo la pobre perrica Laika en su día. A una estudiante llamada Judith Miles se le ocurrió que podría ser interesante saber si las arañas tejían telas en gravedad cero y a la NASA, por lo que sea, le pareció buena idea. Las dos arañas que fueron enviadas al espacio en la misión Skylab 3 en 1973 se llamaban Anita y Arabella y eran de la especie Araneus diadematus (araña de jardín europea). Al principio su comportamiento fue errático, pero después fabricaron varias telarañas. Eso sí, algo distintas y más finas que las que hubieran tejido en la Tierra. Las pobres murieron deshidratadas porque “alguien” se olvidó de darles agua. Solo había tres personas en el transbordador y las tres eran, por pura casualidad, señores. Lo de los cuidados nunca se os ha dado bien, pobricos míos. Lo que quedó de Anita y Arabella tras su heroica misión se puede ver en el Smithsonian National Air and Space Museum.

Anita y Arabella eran como esta araña: asquerosas (Fuente)

Yo creo que estuve en ese museo cuando fui a Washington, pero no me acuerdo muy bien. Fui a cuatro museos ese mismo día porque eran gratis, y si algo es gratis hay que aprovechar. Aunque ya no seas capaz de ver nada a través de las vitrinas porque se te nubla la vista. Aunque no soportes la idea de leer otro cartelito explicativo con letra a tamaño 0,5. El caso es que ese día me hubiera encantado ver a Anita y Arabella en sus frasquitos, embebidas en formol. Porque eran arañas y estarían muertas.

Artículo publicado en El Lamonatorio para El Mono revista cultural (El Mono #120).

*Fuente de la foto de portada

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