Comer carne, sí o no: el debate del momento. Que si los veganos, los modernos, los jipis, que si los Hannibal Lecter, los haters o los devotos de las sidrerías. Hay un revuelo que para qué. Unos son unos chiflados con problemas de ego que sólo buscan llamar la atención. Los otros unos insensibles, egoístas y cromañones. Pero entre tanto alboroto da la sensación de que nadie formula lo pregunta importante: ¿Es perjudicial para la salud no comer carne?

Hace un año leí un editorial en la revista Nature que alimentó mi curiosidad. Se titulaba “Brain food: clever eating” y hablaba sobre cómo el consumo de carne había permitido un mayor desarrollo del cerebro en los primeros homínidos. La carne era más fácil de digerir y requería menos tiempo y energía para su procesado que los vegetales. El caso del gorila, que es herbívoro, es muy ilustrativo. Para que el cerebro de este primate evolucionara como el de un humano precisaría de 733 calorías más al día, es decir, alimentarse durante dos horas más cada jornada, y un gorila se pasa ya el 80% del día comiendo. El carnivorismo nos dio tiempo libre, lo cual ya es mucho.

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El pobre gorila se pasa el 80% del día comiendo. Bueno, como algunas personas que conozco. (Fuente)

No hay duda entonces de que los humanos somos omnívoros por naturaleza. Somos lo que somos ahora porque en un momento de la historia comenzamos a comer cadáveres, para bien (Rosalind Franklin) o para mal (Tele 5). Pero ya no somos Australopithecus. Con la libertad de elección de la que gozan hoy día las sociedades avanzadas hay personas que optan por no comer alimentos de origen animal o, al menos, carne. Puede ser por salud (reducir el consumo de carnes procesadas y aumentar el de frutas y verduras es sin duda saludable) o por convicción ética. El único inconveniente es que lo que está en la carne no siempre está en los vegetales. Es el caso de la vitamina B12. Ningún animal, planta u hongo es capaz de fabricarla. Sólo las todopoderosas bacterias, esos seres menospreciados y temidos a los que tenemos demasiado que agradecer. Las bacterias fabrican la cobalamina (otra forma de llamar a esta vitamina que posee cobalto) en los intestinos de los rumiantes y éstos la absorben y almacenan en el hígado. Sin B12 nos morimos, básicamente, así que supleméntense.

Pero los otros nutrientes se pueden apañar. Es cierto que es necesaria una cantidad de espinacas 8 veces mayor que de hígado de ternera para obtener el mínimo diario recomendado de hierro, por ejemplo. Pero si consumís frutos secos, legumbres y cereales integrales acompañados de vitamina C (cítricos, verduras de hoja) para favorecer su absorción, no tenéis por qué desarrollar anemia, está demostrado.

Los interesados en estas dietas acudid a blogs especializados, como el de Mi dieta cojea del nutricionista Aitor Sánchez, o a publicaciones científicas rigurosas. No seáis petardos antes de informaros, almas de cántaro. Gracias a la carne hemos evolucionado pero estamos en el Siglo 21 y ahora otras formas de vida son posibles. Pensad en qué queréis comer y comedlo bien. Vosotros sois afortunados y podéis elegir. Y ante todo, como decía Aretha: R.E.S.P.E.C.T.

El Lamonatorio en El Mono revista cultural (El Mono #51)

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